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3 junio, 2023
Sáb, 3 junio, 2023

Avicultores desesperados de Perú y Bolivia, recuerden Colombia

Los “disturbios sociales” en ambos países andinos están afectando la actividad avícola de forma grave y, con razón, sus gremios piden a voz en cuello que vuelva la calma, vital para el desarrollo de la agroindustria.

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Alexander Barajas
Alexander Barajas
Alexander Barajas Maldonado es Comunicador Social - Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) de la ciudad de Medellín (Colombia). Cuenta con una experiencia periodística superior a los 25 años de vigencia en distintos medios impresos y digitales. También es un escritor de ficción galardonado en certámenes locales y nacionales colombianos. Se ha especializado en temas económicos, con énfasis en la producción avícola y nuevas tendencias de consumo, de lo cual escribe de manera ininterrumpida desde el año 2013. Ha sido consultor y conferencista de gremios, empresas y proveedoras avícolas, principalmente en su país de origen y Ecuador. Puede escribirle por correo electrónico: olsoal08@gmail.com.

Desafortunadamente, el turno para padecer la indeseable inestabilidad política que degenera en violencia, bloqueos de vías y alteración de toda actividad económica, les llegó a los colegas avicultores de Bolivia y Perú. Digamos que son “irrelevantes” las causas, pese a que sean las mismas, esgrimidas por los revoltosos, en cualquiera de nuestros convulsionados y amados países.

Pero como sí son iguales las consecuencias para la avicultura comercial, bien vale la pena repasar lo que han hecho las avícolas en otros países, o mejor, en el país con recientes master, doctorado y posdoctorado en el tema: Colombia, que en 2021 padeció dos meses largos de una mal llamada protesta social, destinada a impactar la contienda electoral de 2022 (aquí ya hay algo para tener en cuenta).

Primero, fueron los llamados gremiales avícolas a la cordura para que las protestas y bloqueos cesen; luego, vinieron expresiones más enérgicas, desesperadas, de una exigencia en la retoma del control y el orden, haciendo uso de la fuerza legítima del Estado. Creo que ambas fases ya se superaron en estas dos naciones hermanas del altiplano andino.

Seguidamente viene el registro de las inevitables pérdidas, de la petición de ayudas que a veces son respondidas con promesas que no se pueden cumplir mientras sigue la anormalidad y que luego entran a la categoría de menor prioridad. Además, ninguna ayuda compensará el nivel de pérdidas que se puede alcanzar.

Por ejemplo, Colombia vio mermada en un 10% su parvada de ponedoras, al perder 5 millones de estas aves, que todavía no se recuperan en su totalidad. Sin duda, la producción de huevo es la más afectada, toda vez que el avicultor dedicado al pollo parrillero, “solamente” pierde a lo sumo un primer lote, ya que tienen ciclos breves de mes y medio. Con las gallinas es distinto y más grave.

En un primer momento, cuando se acaban las reservas de alimento concentrado en las granjas de ponedoras, el objetivo es mantener la vida de esas aves (a las que tanto se les cuido en sus primeros cuatro meses para empezar a producir), dándoles cualquier vegetal a la mano para ramonear; no importan entonces los rendimientos ni la calidad del huevo que puedan llegar a poner, igual, no hay manera de sacarlo ni para la venta minorista ni para hacer con ellos ovoproductos. Es más, como medida extrema, se les suministra a las mismas gallinas, descascarados, líquidos y mezclados con vegetales.

Pero estas medidas apenas dan alivio unas horas, a veces días, casi nunca semanas. En Colombia, dos meses de bloqueos fueron fatales y terminaron llevándose a cientos de miles de ponedoras, pero también a sus madres y abuelas, cuyas granjas tampoco podían escapar al impacto negativo de las revueltas.

Una vez vuelve la anhelada calma, empieza de nuevo el ciclo de producción y por lo menos hay que esperar 16 semanas para que el precio del huevo empiece a bajar un poco, cuando entren en producción las nuevas pollitas, que no llegarán en el mismo número de antes, por lo explicado con madres y abuelas.

En ese entonces, sería bueno difundir públicamente y hasta la saciedad esta situación porque vendrán los inmerecidos reproches: “ya no hay bloqueos, ¿por qué el huevo sigue tan caro, ladrones?”. En seguida, se encontrarán con un escenario de pocas ayudas oficiales, por no decir ninguna; quien logró asegurarse de alguna manera, tendrá menos para perder o seguir perdiendo. Algunos empresarios dejarán la actividad por tan amarga lección; los que quedan seguirán, pero con cautela. Los planes de crecimiento, en veremos. Todo paso a paso.

En mayo se cumplirán dos años de esos fatídicos dos meses de “protesta social” en Colombia. En tal lapso, la producción alcanzó a caer en más de mil millones de huevos y el consumo per cápita anual se desplomó en casi 40 unidades. Siempre será mejor prevenir que curar, pero eso ya es un espinoso tema político.

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