Una de las promesas del nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, posesionado el pasado 7 de agosto, es la de restablecer los vínculos diplomáticos con Venezuela, país al que nos unen lazos históricos y comerciales desde siempre. Incluso ambas naciones hicieron parte, por un breve periodo, de un solo país: La Gran Colombia.
En 2015, el gobierno venezolano cerró la frontera terrestre común, una de las más activas del mundo. Luego, en 2018, los escasos contactos oficiales se cerraron por las denuncias en derechos humanos que hiciera el expresidente colombiano Iván Duque. Ahora, otro es el panorama.
En breve, se espera que, con la reinstalación de las embajadas respectivas, sigan los negocios. O por lo menos eso promete el nuevo embajador colombiano en Caracas, Armando Benedetti, quien espera reactivar las ventas nacionales a US$10 mil millones anuales.
Pero como los negocios no se hacen por decreto, es bueno aterrizar esos deseos y saber qué puede picotear allí la avicultura comercial. Primero habría que decir que, en su punto más alto, las ventas de todo tipo de Colombia a Venezuela jamás han superado los US$5.270 millones (año récord de 2007).
En la gremial colombiana Fenavi ven con cauteloso optimismo la reapertura de la frontera y de las relaciones diplomáticas. De todas maneras, las ventas a Venezuela se han seguido dando; eso sí, con niveles muy bajos y pagos previos, por la fama de mala paga que se ganó el golpeado aparato productivo en ese país, debido a la escasez de dólares.
En 2009, sólo en productos avícolas, las exportaciones colombianas conocieron un tope de US$15 millones (gallinas fin de ciclo, huevos para incubar y huevos de mesa). En los últimos tres años, apenas se han vendido en promedio US$2.3 millones anuales en huevos fecundados.
El cierre del 80% de las granjas de pollos y ponedoras en el occidente de Venezuela, acentuado desde 2015, hace que el riesgo de contrabando sea menor, aunque no inexistente del todo, dada la sed de divisas en el vecino país. La masiva emigración y la caída del poder de compra de los hogares venezolanos (una pobreza superior al 90%), no hacen prever tampoco grandes ventas de carne aviar y huevos de mesa desde Colombia.
Muy lejos están los consumos de 2013, de 1.2 millones de toneladas de pollo y 16 mil millones de huevos venezolanos (el pico de su producción avícola). Pero algo ayudará la apertura de la frontera y de los incipientes negocios minoristas para acoger excedentes desde el oriente colombiano, una de las tres zonas de mayor producción avícola del país.
Como dice el gallo ciego: “amanecerá, veremos y de pronto cantaremos”.