Todos quieren exportar pollo (¡y ojalá a los Estados Unidos!), como se prometió cuando negociaban nuestros países los tratados de libre comercio (TLC) de la pasada década. Dentro de los que más quieren, aparte de los avicultores, están los políticos en el gobierno; un deseo que a veces les nubla la realidad.
Así le pasó hace poco al presidente de Colombia, Iván Duque, durante la inauguración oficial de las nuevas instalaciones de Avidesa Mac Pollo, en el municipio de Ciénaga de Oro, en la región Caribe de ese país.
El gerente general de Avidesa, Guillermo Serrano, antes del discurso presidencial, dijo con razón que la moderna planta de 17 mil metros cuadrados contaba con certificaciones internacionales para poder exportar, como la HACCP.
Sin embargo, el presidente Duque entendió que ya se estaba exportando pollo desde allí y hasta afirmó que se vendía pollo colombiano en Japón. Colombia no exporta legalmente ni pollo ni huevo; algo de genética, sí.
Aparte de la anécdota, la avicultura colombiana sí viene haciendo la tarea para exportar, y aunque a Japón se podría dar por acuerdos bilaterales, las posibilidades comerciales más sólidas apuntan a los Estados Unidos y tienen forma de alas de pollo.
Así nos lo confirmaron directivos de la gremial avícola colombiana (Fenavi), quienes aseguraron que a comienzo de año se presentó la solicitud formal para la admisibilidad sanitaria del pollo por parte de las autoridades estadounidenses.
La respuesta, que se espera sea positiva por el desarrollo tecnológico del sector y la declaratoria de Colombia como territorio libre de Newcastle, se podría demorar uno o dos años, o más. Basta preguntar a los colegas hondureños, que hace más de una década se dicen listos, pero frenados por lo mismo.
Ojalá se den las cosas para la juiciosa avicultura colombiana. Aunque habría sido mejor haber hecho lo que hicieron sus pares chilenos, que no se concentraron tanto en pedir salvaguardas durante las negociaciones de su TLC como en adelantar simultáneamente procesos de homologación sanitaria, de la mano con su prestigioso Servicio Agrícola y Ganadero (SAG).
Mientras ese “pequeño detalle” de la admisibilidad sanitaria no se resuelva, exportar a mercados de alto valor seguirá estando tan lejos como el Japón.