Hasta al pescado le dio influenza.
De los brotes confirmados hasta el momento en América del Sur, los de Venezuela, Perú y Chile tienen como únicas víctimas a decenas de aves marinas encontradas muy enfermas, moribundas o simplemente muertas en las costas del Caribe y el Pacífico, respectivamente. Esta condición hizo que, por ejemplo, en algunas poblaciones costeras del sur del Perú cayera temporalmente la venta de pescados y mariscos, al ser percibidos erróneamente como presuntos causantes de la enfermedad.
Ojo con lo primero que se informa.
La desinformación puede ser fruto de demasiada información; incluso bien intencionada, pero estratégicamente mal expresada. Eso lo comprobaron las autoridades sanitarias del Perú que, luego de los primeros casos confirmados, recomendaron al público el consumo preferencial de pollo y pavo congelados. La gente entendió que estas aves vivas o recién sacrificadas en mercados húmedos serían peligrosas para la salud humana, lo cual afectó la venta de pollos y pavos en pie, incluso de su carne fresca, que componen la mayoría del comercio aviar en ese país. Pudieron llegar a tener los ecuatorianos mucha razón cuando informaron sobre su único brote, en una explotación comercial. No dijeron de entrada si era de huevos o de pollos o de pavos, aunque igual, los avicultores sienten que las ventas de todos esos productos se redujeron.
Más lluvias, más charcos, más cerca
Podría ser un punto para catastrofistas del cambio climático. Las lluvias constantes en el norte de Suramérica explicarían, en parte, que más aves portadoras del virus se acerquen a explotaciones avícolas, tanto a traspatios como a instalaciones comerciales. Así lo comentó un experto del ICA (Instituto Colombiano Agropecuario, autoridad sanitaria), quien en sus pesquisas encontró humedales y otras zonas inundadas muy cerca de traspatios. Allí pueden llegar aves silvestres y, si encima se utiliza esa agua para hidratar pollos, gallinas y pavos, o lavar implementos, pues el resultado será inevitable. El virus permanece viable en aguas no salobres, de pH entre 5.5 y 8, con temperaturas de 17 a 28 grados Celsius.
“Seguridad alimentaria” no estaría ayudando
Por cuenta propia de los interesados o a raíz de programas de seguridad alimentaria fomentados por gobiernos u organizaciones privadas, se sigue teniendo a la actividad avícola de traspatio como principal herramienta para la producción artesanal de proteína, bien sea destinada a consumo familiar o venta de excedentes. Estas actividades casi nunca se adelantan cumpliendo las exigencias de bioseguridad; lo que importa es entregar a más y más familias pollitos o aves adultas. Rara vez se vacunan, no se hacen cuarentenas, se mezclan especies y edades en el mismo espacio. Los enmallados o barreras son precarios o inexistentes. Por hacer bonito…
Cualquier ave silvestre es sospechosa.
Si bien el virus llega al continente desde Norteamérica luego de atravesar Asia, Europa y África, en bandadas de cientos de millones de aves migratorias, cualquier pájaro silvestre, así sea el más común y endémico, puede transmitir el virus si estuvo en contacto con un plumífero contaminado. El riesgo mayor está en la gran temporada migratoria, de septiembre a abril, pero no se puede bajar la guardia fuera de este periodo ni con ningún ave. El virus puede tener una dispersión aerógena (por el aire) de hasta 1 km. En las heces de las aves, sobrevive cuatro días a la sombra, en temperaturas de 25 a 32 grados Celsius; en el suelo, a 20 grados Celsius, sin exposición directa al sol, hasta una semana. Sobra decir, entonces, por qué son tan riesgosas las explotaciones avícolas en pastoreo. El ruido no es opción para mantener alejadas las aves silvestres; falsos halcones podrían servir.