De rebote, la producción de fertilizantes de origen avícola (pollinazas y gallinazas) está viviendo un interesante auge temporal en nuestro medio, como efecto colateral del vigente conflicto bélico en Europa Oriental, próximo a cumplir un mes de insensata violencia.
La demanda de estos abonos que se catalogan como “orgánicos” se ha disparado, ya que la disponibilidad mundial de urea, el principal ingrediente de los fertilizantes químicos o no orgánicos, escasea por la mencionada guerra, que involucra precisamente a varios de sus principales exportadores mundiales.
No obstante, esta positiva circunstancia para el avicultor no aplaca los perjuicios que viene acarreando la conflagración europea, sobre todo en el costo de los granos utilizados para la alimentación de las aves (principalmente maíz amarillo duro).
Rusia y Ucrania producen una quinta parte del maíz del mundo; mientras más se prolongue la guerra, es de esperarse mayor escasez y cotizaciones internacionales más altas. La tendencia alcista del último año (a diciembre, en 40%) se mantendría.
Pero volviendo a las consecuencias positivas, al consultar con empresarios avícolas en Colombia nos comentaron que se están viendo rebasados por la intempestiva demanda por parte de cultivadores. “No tenemos suficiente gallinaza, algo que no pasaba antes”.
En total, este país andino tiene el potencial de producir unos dos millones de toneladas anuales de pollinaza y gallinaza, productos que tienen cerca de un 2% de nitrógeno, según estimaciones de la Federación Nacional de Avicultores (Fenavi).
Sin duda, esta coyuntura le abre un espacio mayor a los abonos orgánicos que produce la industria avícola, en consonancia con la tendencia mundial por “lo natural” en la producción de alimentos, que busca siempre lo contrario a lo sintético o químico.
En este punto vale la pena destacar el carácter visionario de gigantes como la brasileña cárnica JBS, que de tiempo atrás y luego de una inversión de US$27 millones, dio al servicio el pasado 18 de marzo a su nueva fábrica de fertilizantes en el estado de San Pablo, con capacidad para producir 159 mil toneladas anuales.
¿Será un atisbo del futuro? ¿Pronto dejarán de ser gallinaza y pollinaza, un “encarte”?