- Gobierno de Alemania escoge a directora de Greenpeace como su “embajadora del clima”. Con este gesto, los dirigentes políticos de la primera economía europea se pliegan al discurso animalista y ambientalista que sin tapujos ni evidencia concluyente afirma que “la ganadería industrial está destruyendo el planeta”. No se viene nada bueno cuando la agenda en temas tan polémicos queda de manera descarada en manos de activistas.
- En España, la comunidad de Castilla-León prohíbe por tres años nuevas inversiones en granjas de cerdos, siguiendo el hilo de cierto ministro que acusó a las “macrogranjas” de producir carne de mala calidad, fruto del supuesto maltrato animal y la contaminación. Hace una semana, un grupo de porcicultores afectados irrumpió con violencia en el parlamento regional, con lo cual ahora cargan un tercer INRI: el de antidemocráticos, quedando así con poca maniobra política.
- También en España, periodistas independientes comprobaron que desde la fundación Open Philanthrophy se financia hasta con 800 mil euros al año a grandes medios de comunicación europeos para que “generen contenido en contra de la ganadería intensiva y la crueldad animal”. ¿Cuál organización gremial puede sola contra eso?
- Francia acaba de confirmar que es el segundo país de la Unión Europea en prohibir el descarte de pollitos macho en su industria del huevo. Antes de fin de año, todos los productores deberán contar con equipos de ovosexaje, pese a que todavía no tienen la sensibilidad suficiente para determinar el sexo del embrión antes de que sea “un ser sintiente”. De ser el principal productor europeo de este alimento, Francia puede pasar en breve a ser el primer importador, con un fuerte incremento en los precios.
Parece todo eso muy lejano para nosotros, a este lado del océano, pero todo cambia y corre muy rápido en estos tiempos. ¿Se acuerdan que hace no más dos años, la agroindustria cárnica era considerada esencial y era protegida en todo el mundo durante la primera fase de la pandemia?
A estas preocupantes realidades se podrían sumar otras que vienen cabildeando los enemigos del negocio cárnico eficiente, como la eliminación de todo tipo de jaulas, la estandarización de pollos de crecimiento lento y la no producción de carne sin aturdimiento total (esto último cerraría destinos tan importantes como los musulmanes y su demanda de carnes tipo halal).
Cada vez se hace más difícil pensar en producir con eficiencia, optimizando recursos y, por ende, siendo ambientalmente responsables y con la rentabilidad que permite generar empleos y pagar impuestos. Por eso mi pregunta del título.
Por ejemplo, luego de obligarnos a producir más caro los mismos huevos, con gallinas libres, ¿qué se inventarán? ¿Qué las ponedoras también sean de crecimiento lento para que se demoren en dar huevos más grandes, que son los de mejor precio?
¿Habrá alguna manera de detener esta locura?