“Europa no prohibió todo antibiótico en la avicultura comercial; se permite, pero no para prevenir enfermedades ni como promotores de crecimiento, como era hasta hace poco un estándar global. Es la tendencia que se impondrá; cuanto más trabajéis hoy para estar cerca de esa futura exigencia, mucho mejor”.
Con esta idea central en mente, Gonzalo Mateos, consultor avícola español e investigador de la Universidad Politécnica de Madrid, abrió su exposición durante la jornada Nutrición del Futuro, preseminario convocado por Trouw Nutrition a propósito del Noveno Seminario Internacional de Nutrición Avícola escenificado en Bogotá y organizado por la gremial Amevea (Asociación Colombiana de Médicos Veterinarios y Zootecnistas Especializados en Avicultura).
La nueva exigencia sanitaria en Europa va unida a otra motivada por el mercado: el uso de pollos de lento crecimiento, criados para el consumidor final de esta carne. “Para los productos derivados como embutidos, se siguen levantando pollo de rápido crecimiento”, señaló.
“No hay protocolos de carácter universal. La propuesta norteamericana tiene criterios distintos a la europea. Nosotros permitimos unos antibióticos terapéuticos que ellos no; también existen diferencias sobre su manejo en tiempos de incubación”, agregó señalando que, de cualquier manera, la abolición de antibióticos no terapéuticos dio relevancia a dos condiciones previas que no pocas veces se pasaban por alto.
“Ahora se habla mucho de los aditivos y de qué utilizar para reemplazar antibióticos; yo digo siempre: primero piense en tener excelentes instalaciones y en asegurar un adecuado manejo de las aves, siempre, en todo momento. Cuanto esto lo tenga cubierto, empiece a pensar en aditivos”.
Continuó señalando que, contra lo que podría esperarse, la conversión alimenticia y el rendimiento en las aves no se vieron mermados con la supresión de los promotores de crecimiento. “Al contrario, se ha mejorado y sí allá se pudo, aquí también puede hacerse, optimizando la calidad de la nutrición”.
En este punto recalcó la importancia de mantener estimulada la molleja del animal, por ser “el director de orquesta” del aparato digestivo. Para ello, siempre propone recurrir en las formulaciones a una granulación relativamente gruesa de la proteína y el uso de fibras insolubles. “Las aves aborrecen los finos, mejora la palatabilidad y hace que la molleja trabaje mejor”.
Dijo que una molleja de buen tamaño da cuenta de una sana digestión en el animal. Con fibra no soluble y granulación gruesa, el alimento demora un poco más en la molleja, haciendo que se desarrollen sus músculos internos y que se estimule la realización de movimientos antiperistálticos, que permite la producción de más ácido clorhídrico, “una segunda digestión” de los almidones y un pH general bajo.
“Todo esto mejora la asimilación de nutrientes y ayuda a controlar la incidencia de camas húmedas en los galpones”. Sobre el tema de las camas o yacijas húmedas, pide analizar el origen de dicha humedad, “ya que no toda es por problemas digestivos. A veces es por exceso de orina, y ahí habría que revisar el manejo de minerales adicionales como potasio o fósforo. El manejo es muy distinto. Si es mala digestión, hay que revisar la fuente del alimento, la calidad del fríjol de soya y del grano de maíz. Hemos encontrado que hasta el 10% de los cargamentos tienen granos defectuosos, negros, porosos o germinados. Eso afecta el concentrado”.