Otra gota en una marea de costos para el productor de carne de pollo y huevos de mesa. Indonesia y Malasia, responsables del 85% de la producción mundial de aceite de palma, cerraron el grifo de sus exportaciones para tratar de ampliar la oferta interna y forzar una rebaja del precio final al consumidor interno.
Esta es la más reciente y drástica de una serie de medidas que, en el caso de Indonesia, han fracasado estruendosamente, por lo cual es probable que el bloqueo a las exportaciones sea temporal, dependiendo del resultado y siendo consecuentes con una realidad tozuda: su mercado interno no puede absorber toda su producción, ni siquiera aumentado a 60/40 la mezcla de su gasolina.
La oferta de aceites vegetales en el mundo apenas creció 2% en el último año, incremento engullido rápidamente por la voraz demanda de China, India y la Unión Europea. La guerra en Europa del Este también golpeó la oferta de otros sustitutos, como el aceite de girasol (Ucrania y Rusia producen el 75%).
Si bien el aceite de palma es un ingrediente minoritario en la formulación de los concentrados, estas noticias no hacen más que mantener altos los precios, incluso en países como Colombia, cuarto productor mundial, muy atrás de los asiáticos, aunque todavía autosuficiente.
De otros grandes productores no puede esperarse mucho. Las sequías en Brasil y la prevalencia del frío con fuertes lluvias en los Estados Unidos no presagian cosechas récord para este y otros aceites. Más allá del alza en los costos de elaboración del alimento concentrado, está el menor consumo y mayor inflación.
El comprador de huevo y pollo verá cada vez más golpeado su poder de compra, sumado al costo excesivo de combustibles y, por ende, del transporte (por el uso de aceites vegetales en mezclas carburantes). Además, el canal horeca ya prendió alarmas nuevamente por esto mismo, luego de una sensible recuperación a raíz de la catástrofe ocasionada por la pandemia.
El aceite vegetal comestible está en todo, no solo en los fritos de casa. En miles de alimentos procesados, en nuestros vehículos, en nuestras comidas preparadas afuera y en el concentrado de nuestras aves. Se sigue lubricando la rueda de la carestía y no se vislumbra cambios en el corto plazo.